Entre lo cómico y lo trágico, la realidad y ficción, Estado incierto logra retratar a un hombre enfermo como Tilo Medina, que nutre valientemente como catarsis su imaginación, valiéndose de su incurable enfermedad que avanza letalmente y que usa más bien para dar rienda suelta a sus escritos y planes y convertir así su dolencia, angustias y dolores, en un magnífico laboratorio de vivencias. Tilo despliega toda su magnífica y desopilante falta de vergüenza para todo. Colabora de alguna y de muchas maneras a desacralizar las enfermedades y sobre todo es un mensaje claro para tantos y tantos médicos eminentes tan parecidos a Kaminsky: Sonríanle a la vida, más cosquillas y menos medicamentos.
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